viernes, 13 de abril de 2012

Sobre cómo llegué a ser feliz

Hoy, queridos lectores invisibles, debo hacer una confesión muy personal.

Hace poco, ayer mismo, me invadió un sentimiento de despecho increíble. Los motivos son los que os podéis imaginar; no hace falta comentar nada más.

Y tengo que decir que la rabia que sentí en aquel momento me cegó y barrió la paz espiritual de la que me jacto de un soplido, cual lobo feroz.

Sentí entonces la necesidad de escribir algo acerca de ese acontecimiento en mi blog, agridulce válvula de escape. Y comencé a teclear sin ser apenas consciente de todas las barbaridades que mi violento corazón estaba escribiendo. Hasta que terminé y lo leí, un poco más calmado.

Entonces, un sentimiento de asco brotó de mi estómago y me abrasó la garganta. No me reconocí en aquella entrada que estaba a punto de publicar.

Y, aunque a veces me siento muy tonto diciendo esto, volveré a decirlo:

No sé si la persona que me inspira estas palabras las leerá, puesto que no sé si ha vuelto a entrar a mi rinconcito privado desde entonces. Pero a esa persona tengo algo que decirle y, por qué no, a ti también, lector.

A pesar de todo el daño, yo sí pude superar ese odio.
Por eso puedo ser feliz.

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