jueves, 1 de septiembre de 2011

El hombre de hojalata


Se llevó la mano a la altura de la vista y lo contempló: aquél era perfecto. Con un chasquido, abrió la carcasa de latón que le cubría el pecho y hundió la mano. A continuación, extrajo una pequeña pieza que se contraía de forma irregular.

Sin miramientos, la arrancó y procedíó a colocar el nuevo en su sitio. Una vez hubo comprobado que funcionaba correctamente, cerró de nuevo la carcasa.


Ahora tenía un corazón de verdad, ¿acaso importaba cómo lo hubiera conseguido?

2 comentarios:

ValkiRia dijo...

A veces no importa el cómo, sino el qué :)

Wind dijo...

Muy cierto :)