Se llevó la mano a la altura de la vista y lo contempló: aquél era perfecto. Con un chasquido, abrió la carcasa de latón que le cubría el pecho y hundió la mano. A continuación, extrajo una pequeña pieza que se contraía de forma irregular.
Sin miramientos, la arrancó y procedíó a colocar el nuevo en su sitio. Una vez hubo comprobado que funcionaba correctamente, cerró de nuevo la carcasa.
Ahora tenía un corazón de verdad, ¿acaso importaba cómo lo hubiera conseguido?
Sin miramientos, la arrancó y procedíó a colocar el nuevo en su sitio. Una vez hubo comprobado que funcionaba correctamente, cerró de nuevo la carcasa.
Ahora tenía un corazón de verdad, ¿acaso importaba cómo lo hubiera conseguido?
2 comentarios:
A veces no importa el cómo, sino el qué :)
Muy cierto :)
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