viernes, 12 de agosto de 2011

Castillo de Arena

Aparcó el coche y apagó el motor. Permaneció en silencio durante unos momentos y, entonces, golpeó con rabia el volante.

- ¡Joder! – Gritó, iracundo.

Salió del coche y echó a andar por el paseo marítimo. A esa hora ya no había apenas transeúntes, pero los pocos que se cruzaban con él se apartaban ligeramente, quizás porque podían sentir toda la rabia contenida que amenazaba con explotar en la cara de cualquiera.

Recorrió el paseo un par de veces, o tres, hasta que sus pensamientos caóticos se fueron asentando poco a poco. Cuando se sintió un poco más tranquilo, se quitó las chanclas y se metió en la playa. Le gustaba notar el tacto de la arena fría bajo sus pies. Se acercó a la orilla y allí se sentó con las piernas cruzadas, como era costumbre.

Miró los reflejos plateados de la luna casi hipnotizado y, al cabo de un rato, se llevó la mano al bolsillo. Sacó el móvil, viejo y deslucido, y lo abrió. Tenía un par de llamadas perdidas de ella, por supuesto, pero ese no era un buen momento para hablar. Volvió a meterlo en su estropeado calcetín y se lo guardó.

Las pequeñas olas casi le lamían los pies. Suspiró.

De su boca habían salido multitud de palabras mientras conducía de forma temeraria. Si había algo que odiara, era que le hicieran perder el tiempo. Y se lo estaban haciendo perder mucho últimamente.

Volvió a meter la mano en el bolsillo y sacó una pulsera. Aún tenía su perfume. La observó y no pudo llegar a otra conclusión: era fea. Pero aquello era lo único que quedaba después de su relación. Apenas un par de fotos, apenas un par de regalos. Incluso, ni los mismos recuerdos, pues su memoria era demasiado caprichosa y los había borrado, como huella en aquella misma playa.

¿Realmente merecía la pena conservar algo que le hacía daño?

Miró la pulsera y después al mar. Al mar y la pulsera. Alzó la mano, pero en el último momento se detuvo. Suspiró y se la volvió a guardar.

Echó un vistazo al reloj y comprobó que se había hecho muy tarde. Se levantó, se sacudió la arena y se dirigió hacia el coche.

“Cuando tú quieras, las cosas serán como yo diga.”

2 comentarios:

ValkiRia dijo...

Oh! Por fin hay actualización! xD.
No se si será autobiográfico, pero lo único que te puede decir, es que a veces los recuerdos hacen más daño cuando hay cosas materias que los acompañan...

Wind dijo...

Sí, casi todo lo que hay en el blog es autobiográfico, tomando alguna licencia artística que otra :D