Me senté en el filo de su cama mientras ella buscaba algo en un cajón. Allí, bajo un montón de calcetines doblados, había una pequeña caja. Se sentó a mi lado y me la puso en las manos.
- Ábrela. – Dijo, simplemente.
Una entrada de cine cuya sesión no se podía leer, una arrugada nota de papel, un sobrecito de azúcar vacío con una cita célebre impresa y un envoltorio de chicle.
Aquel era su pequeño tesoro. La miré sin comprender y ella me devolvió la mirada. Me quitó la caja y una por una, fue haciendo pedazos las cosas.
Abrí la boca, confuso, pero fue más rápida.
- El amor es como la magia; a veces, puede ser tan sólo una ilusión.
Entonces, me pidió amablemente que saliera de su casa.
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