La suya era como una pequeña isla al sur del gran océano de la vida, demasiado cercana algunas veces, tan distante otras.
Y esta isla estaba dividida en dos mitades, llamadas “Felicidad” y “Dolor”. Y era azotada cruelmente por los vientos de la melancolía.
Tenía una gran playa, a menudo solitaria, donde rompían las olas una y otra vez con impotencia. Y una cascada de frescura y espontaneidad.
Pero como buena isla turística, mucha gente pasaba por ella, mas pocos se quedaban.
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