De vez en cuando me sentía inquieto, y los deseos me atormentaban. Creía no poder resistir tenerla junto a mí sin estrecharla entre mis brazos. Sentir su cara contra mi pecho y su dulce aroma. Tan delicada era. Y eso también lo notaba ella enseguida.
Una vez, pasé varios días sin aparecer. Cuando por fin volví, confuso, ella me trajo hacia sí y preguntó:
- ¿Dónde has estado? – Dijo, viendo a través de mí con sus ojos de cielo.
- No lo sé. – Contesté.
No hay comentarios:
Publicar un comentario