sábado, 25 de octubre de 2008

Desengaño 21

¿Sabes esa sensación de cuando te embriaga la música y el alcohol te hace sentir como que flotas?

Esa sensación de que todo lo demás da igual, porque te crees el rey de la discoteca. Aunque a decir verdad, no todo te da igual; inconscientemente buscas con la mirada a esa chica de la que llevas enamorado tanto tiempo y que nunca has tenido el valor de decirselo a pesar de haber tenido multitud de oportunidades.

Y sabes que te gusta de verdad y no es sólo un capricho porque aprecias cada momento que pasas con ella. La escuchas con atención cuando te habla mientras la miras a los ojos, y siempre te parece que va guapísima con cualquier cosa que se ponga.

Sí, esa chica que seguramente te considera un amigo. Y nada más.

Pero tú finges que no te gusta, te muestras frío y distante, aunque quizás sea tu forma de ser; después de todo, ya te has llevado tantos desengaños amorosos, que te has convertido en un erizo; nadie puede hacerte daño, porque nadie puede acercarse a ti. Ese es tu dilema.

Con cada cambio de canción, el DJ se granjea simpatías y enemistades a gusto de cada uno, pero tú esperas que suene un buen tema para poder bailar y demostrar a todos tu maestría, o por lo menos, tu versatilidad. Pero en los más profundo de tu ser esperas poder arrimarte a ella y disfrutar un poco, un poco más.

No obstante, la noche está llena de cazadores. Algunos como camaleones, que esperan toda la noche vigilando a su presa. Mientras que hay otros más osados que van de flor en flor, y claro a estas horas y con todo lo que te has tomado, casi cualquier cosa te parece buena.

Cual es tu sorpresa que al ir a buscarla para proponerle por fin un meneo, ella está intercambiando saliva con uno de esos individuos. La primera reacción que tienes es quedarte clavado en el sitio, boquiabierto, esperando que la vista te haya jugado una mala pasada. No, claro que no. Así que con todo el orgullo malherido que te queda, te das la vuelta y te vas lo más lejos posible, a la otra punta del local, donde no puedas ver tan burdo espectáculo.

Entonces entras en un conflicto contigo mismo. Una parte de ti se siente traicionada, como si de una puñalada de tratara, y un odio desconocido te consume. Mientras la otra parte, casi con toda seguridad la racional, hace un esfuerzo colosal por ignorar todo lo ocurrido.

De repente, ya no sientes tan bien el ritmo como antes. De repente, parece que todo el alcohol de tu sangre se ha evaporado. Y claro, siempre hay alguien que se da cuenta de tu caída. Se acerca y te pregunta que te pasa, a lo que tú respondes con un "nada" que nadie puede creer, a no ser que quiera creerselo.

Quizás esa persona piense que te sucede algo sin importancia y no quiere darle más importancia, o quizás sea algo demasiado gordo y no quiere hondear más. Sea como sea, tú lo agradeces.

Puede que incluso entable una conversación que te haga olvidarte momentáneamente del drama, pero inevitablemente la noche acaba y tú vuelves a tu casa. Una vez cruzas el umbral, los fantasmas de lo que has visto y oído salen de sus escondrijos, pero no es hasta que te tumbas en tu cama y te pones el mp3, tu fiel compañero, cuando cae sobre ti todo el peso.
Coges el móvil, como siempre, y piensas en llamarla. Llamarla a esas horas de la noche, aunque ya ha salido el Sol, no te parece adecuado. Pero sí un mensaje; quizás un mensaje explicándole todo lo que has sentido esta noche, o quizás un mensaje con malas intenciones, para hacerla sentir culpable y aliviarte un poco.

Pero, por suerte, te quedas durmiendo a mitad de la escritura. Cuando te levantas, das gracias de que te hubiera vencido el sueño; después de todo, nunca has tenido el valor de decírselo.

1 comentario:

Unknown dijo...

Y tantas veces nos ha pasado y tantas veces nos pasara.